Por J. Omiro
En junio de 2015, me enteré de que estaba esperando a mi hija, Hawi (que significa «Bendición»). Cuando compartí la noticia con su padre, me pidió que abortara al bebé, diciendo que no estaba preparado para asumir esa responsabilidad. Pero me negué.
En febrero de 2016 di a luz a Hawi. En ese momento, estaba abrumada por el estrés porque mi contrato de trabajo acababa de terminar y el padre de Hawi no quería saber nada de nosotras. Sin otra opción, decidí quedarme con un familiar. Sin embargo, cuando Hawi tenía sólo seis semanas, ese pariente me dijo que ya no podía alojarnos.
Sintiéndome completamente abatida, fui a la iglesia católica de Rongo para preguntar si podían ofrecerme un trabajo. Con Hawi a la espalda, conocí a una religiosa Sacramentina de Bergamo. Le conté mi historia y me escuchó con amabilidad y compasión. Me ofreció alojamiento y comida, e incluso se puso en contacto con su tía, Martha Maende, que nos acogió a mí y a mi bebé en su casa.
Martha me dio trabajo y, lo que es más importante, me aconsejó. Me animó a abrazar a mi bebé Hawi, recordándome que era una bendición en mi vida. Gracias a su apoyo, encontré fuerza y esperanza. Hoy, Hawi tiene 8 años, está sana, es fuerte y muy lista. Ahora está en el tercer curso y trae mucha alegría a mi vida.
A todas las mujeres: no elijan nunca el aborto. Dios es misericordioso y siempre enviará ayuda en tus momentos más oscuros. Estoy profundamente agradecida a la hermana Maureen Ogundeph, Community Manager del Observatorio Mundial de las Mujeres en África, y a Martha, que se convirtió como en una madre para mí. Me ayudaron cuando no tenía a quién recurrir y me dieron el valor para salvar y criar a mi bebé.
Gracias desde el fondo de mi corazón.
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