Impacto del Covid 19 en las mujeres de
Latinoamérica y el Caribe
En junio de 2021 la UMOFC creó, de forma experimental, el WWO, contando con el estímulo de los Dicasterios para los Laicos, la Familia y la Vida y para el Servicio del Desarrollo Humano Integral de la Santa Sede. Para poder proceder con el rigor científico que potenciara su metodología y la obtención de los resultados, buscó vínculos con centros académicos que compartieran los valores humanos y cristianos que caracterizan su marco teórico.
En alianza con el Centro de Gestión del Conocimiento del CELAM y su Observatorio Socio- Antropológico Pastoral, el WWO realizó el trabajo: Impacto del Covid-19 en mujeres de Latinoamérica y el Caribe, cuyo valor principal, pero no exclusivo, es cualitativo. Realizado entre junio y diciembre 2021, aspira a constituirse en la primera etapa de un camino a recorrer junto con las mujeres del continente.
Esta presentación consta de tres partes. En el Estado del Arte se recogen datos publicados por agencias internacionales (ONU, CEPAL, etc.) y por fuentes complementarias, para evidenciar el estado de la cuestión desde la perspectiva cuantitativa propia de dichas agencias. En el Informe de Expertas se ofrece el resultado del diálogo establecido con 25 expertas de 14 países de la región, con diferentes perfiles, lenguas y roles. Son “expertas” por su experiencia de inserción concreta en la comunidad que lideran y/o en la cual prestan su servicio. El Informe de Encuestas refleja las representaciones de una muestra no estadística de mujeres provenientes de 23 países latinoamericanos y caribeños, con testimonios recogidos mediante preguntas abiertas sobre lo experimentado durante la pandemia. Cada parte concluye con una contribución teológico-pastoral.
La 1a Asamblea Eclesial para América Latina y el Caribe (noviembre 2021), histórico evento en el que participaron más de 70.000 creyentes, recogió, en sus documentos de trabajo, algunos de los resultados de esta investigación. A lo largo de este informe aparecen coincidencias notables con la Síntesis Narrativa del proceso de escucha que precedió a la Asamblea, aun cuando esta investigación incluye a mujeres que no se auto consideran católicas.
Así se podría denominar al efecto holístico y principal de la pandemia provocada por el Covid-19 en la situación que viven las mujeres de ALC, pues tanto los estudios recogidos, como las expertas consultadas y las encuestas dan cuenta de la “profundización”, el “agravamiento” y la “agudización” de iniquidades sociales, económicas y culturales estructurales y preexistentes en el continente.
Efecto Lupa
Principales Hallazgos
Ausencias Notables
Las mujeres de ALC, en su conjunto, no han sido objeto de los extensos estudios realizados por las agencias internacionales al investigar sobre el impacto del Covid-19 y las medidas estatales para la contención y prevención de su propagación. Los hallazgos que se presentan a continuación son referidos solo a algunos países de la región o a estudios particulares.
Al concluir el Estado del Arte, en agosto de 2021, no se encontraron cifras sobre los feminicidios en toda la región de ALC durante el 2020 que permitieran establecer la diferencia con el 2019. Sin embargo, algunas ciudades y países ofrecieron mediciones oficiales constatando su aumento durante la pandemia (en Bogotá aumentaron 8.6% respecto del año anterior y en Argentina, en los primeros 9 meses de 2020, se elevaron a uno cada 32 horas, por lo que 231 niños quedaron sin madre).
Violencia de Género
Se incrementaron las denuncias en varios países, tanto las hechas a través de las líneas telefónicas específicas como las realizadas por vecinos y familiares y no por las víctimas encerradas en sus casas. En otros países, durante el confinamiento, disminuyó el número de denuncias debido a que las víctimas convivían con su agresor y no disponían de algún lugar dónde refugiarse para evitar mayores agresiones o el feminicidio.
Durante el período de restricción de circulación y cuarentena, la falta de presencia del Estado en el territorio dificultó la huida de las mujeres en situaciones de violencia doméstica. También se debilitó la asistencia psicológica y social por la imposibilidad de acceder a dichos servicios.
Al ordenarse el cierre de escuelas, iglesias y centros de ayuda públicos y privados, lasmujeres -ancianas, adultas y niñas- perdieron los espacios de expresión, escucha, contención y apoyo. El no poder desarrollar en dichos ámbitos su dimensión espiritual, contribuyó a incrementar el dolor y la angustia.
Las denuncias abarcan violencia física, psicológica, económica y simbólica, además de la ejercida por el Estado al no cumplir con sus obligaciones y la sufrida en el ámbito laboral.
Puntualmente durante el primer año de pandemia: en Brasil, el 25% de las mujeres mayores de 16 años sufrió algún tipo de agresión (35.2% de aumento), 5 de cada 10 brasileños han visto a una mujer sufrir violencia, 46,7% de las víctimas también perdieron su empleo y comenzaron a consumir más alcohol; en los pueblos indígenas de Guatemala, desde el inicio de la pandemia, aumentaron los embarazos de niñas a partir de los 10 años; en Venezuela, aun cuando faltan datos estadísticos, se estima que el feminicidio se ha quintuplicado.
Deterioro de la Autonomía Económica
Las mujeres de ALC en gran porcentaje suelen estar ocupadas en los sectores que padecieron mayores efectos negativos en términos de empleo e ingresos, como: turismo, manufactura, comercio, salud y educación, además de su estructural inclusión severa en la economía informal.
La caída en los niveles de empleo y el incremento del desempleo se sumaron a la preexistente brecha salarial entre varones y mujeres que caracteriza la segregación sexual del trabajo.
Según la OIT, las trabajadoras domésticas fueron afectadas en un 70,4% por las medidas de cuarentena, por disminución de la actividad económica, desempleo, reducción de las horas trabajadas o pérdida de salarios.
En países en los cuales el gobierno otorgó subsidios por un periodo determinado para los más pobres, imposibilitados de realizar sus trabajos temporales, mejoró la economía de las mujeres y sus familias transitoriamente, pero al retirarse dicho ingreso y aumentar la inflación, la emergencia económica empeoró respecto al período anterior a la pandemia.
Agravamiento de la Feminización de la Pobreza
El empobrecimiento conllevó una carga superlativa en la situación de las mujeres cuyos hogares están privados de agua potable y quienes se dedican al trabajo doméstico y cuidados no remunerados entre 5 y 12 horas semanales más que las mujeres que viven sin este tipo de privaciones.
El deterioro se acentuó en mujeres rurales, indígenas, migrantes y de zonas periféricas, por las barreras para vender sus productos alimenticios y artesanales en los mercados o en las calles y los obstáculos para acceder a recursos productivos como agua potable, insumos agrícolas, combustible para el transporte, etc.
Emprendedoras indígenas han visto afectadas sus producciones comunitarias de las cuales depende la subsistencia de centenares de familias y un alto porcentaje de sus pequeñas y grandes empresas van desapareciendo.
Mujeres migrantes denunciaron mayores discriminaciones durante la emergencia, por el cierre de guarderías que las obligó a dejar sus trabajos para cuidar a sus hijos y/o la reducción de sus empleos como cuidadoras o trabajadoras domésticas en casas de familia.
Detrimento de la Salud Física y Mental
La priorización de los servicios de salud para la atención del virus provocó la disminución del 40% de los controles del embarazo en 11 países de la región según la OPS. Esto generó angustia en las madres y un aumento de la mortalidad materna e infantil en los partos.
La telemedicina implementada no permitió a las mujeres más vulnerables ser atendidas, ya que no suelen saber utilizar las tecnologías móviles para ese tipo de prácticas.
El sistema de salud mental vía electrónica se volvió para ellas casi inaccesible al carecer de un espacio reservado en su hogar o tener que compartir el celular con el resto de su familia.
La falta de tratamiento de los enfermos en los centros de salud causó que, por lo general, las mujeres se hicieran cargo de su cuidado en sus respectivos hogares, con el evidente riesgo de aumento en la transmisión del virus.
El acceso a la vacunación se ha visto obstaculizado para las familias de las mujeres
indígenas, ya que se priorizan las ciudades y no se recibe la información adecuada respecto a los efectos de las vacunas en sus territorios.
Una serie de estudios de diversos países han detectado altos niveles de miedo, angustia y depresión en mujeres, así como desgaste psicológico emocional en quienes enfrentaron, en el trabajo remoto, intensificación del ritmo y mayor exigencia de productividad.
Incremento de las Tareas de Cuidado
Se acentuó la desigualdad estructural que afecta a las mujeres en materia de distribución inequitativa en tareas de cuidado debido a la permanencia de los niños, niñas y adolescentes en los hogares con acceso a clases remotas, la interrupción de otras redes y recursos de cuidado y la cobertura limitada del sistema de salud que traspasó la carga del cuidado de salud a los hogares. Las responsabilidades se triplicaron.
Por lo general el trabajo remoto acrecentó la sobrecarga en la responsabilidad del cuidado y del trabajo doméstico. Sólo algunos grupos de mujeres profesionales o con educación de nivel universitario o postgrado expresaron que el trabajo remoto las acercó a sus maridos e hijos y les proporcionó más tiempo para la actividad física y el ocio.
Informes de UNICEF revelan un 51% más de sobrecarga en tareas de cuidado para las mujeres. En muchas de las respuestas a la encuesta se detectan todavía indicadores de estereotipos y mandatos tradicionales para los roles de varones y mujeres dentro del hogar, como si las funciones asignadas a cada uno no pudiesen transformarse a lo largo de los siglos.
El sistema de salud mental vía electrónica se volvió para ellas casi inaccesible al carecer de un espacio reservado en su hogar o tener que compartir el celular con el resto de su familia.
La falta de tratamiento de los enfermos en los centros de salud causó que, por lo general, las mujeres se hicieran cargo de su cuidado en sus respectivos hogares, con el evidente riesgo de aumento en la transmisión del virus.
El acceso a la vacunación se ha visto obstaculizado para las familias de las mujeres
indígenas, ya que se priorizan las ciudades y no se recibe la información adecuada respecto a los efectos de las vacunas en sus territorios.
Una serie de estudios de diversos países han detectado altos niveles de miedo, angustia y depresión en mujeres, así como desgaste psicológico emocional en quienes enfrentaron, en el trabajo remoto, intensificación del ritmo y mayor exigencia de productividad.
Dificultades para la Educación y Desigualdades Sociales
El cierre de las escuelas agudizó múltiples desigualdades sociales como la brecha digital del conocimiento y acceso al uso de las tecnologías de la información y la comunicación, así como la falta de políticas para la conciliación de la vida familiar y laboral femenina, entre otras.
Muchas madres no lograban entender las consignas escolares y explicarlas a sus hijos ni podían acceder a las clases virtuales por falta de conexión a la red. Según la CEPAL, el costo del servicio de banda ancha para los sectores de más bajos recursos es en promedio el 13% de sus ingresos y un 39.1% de las mujeres en los hogares de este sector no poseen ingresos propios.
Los problemas derivados de tener que compartir un celular en las familias vulnerables y con tecnología insuficiente para almacenar las tareas escolares, ... causaron el que muchos de los alumnos sometidos al sistema remoto no alcanzaran los objetivos de educación planteados y la consecuente angustia de sus madres.
Para las maestras, la educación a distancia significó un esfuerzo extraordinario, en particular para las docentes de zonas rurales. No sólo no contaron con el acompañamiento requerido, sino que el material de trabajo solía estar elaborado para la enseñanza virtual en ciudades y no en parajes o contextos de multiculturalidad.
Aún no se ha estimado estrictamente el “derrumbe” de la educación en la región a causa de la pandemia, pero se estima un efecto negativo de “educación simulada” y de abandono de la escuela por falta de estímulos. Por ejemplo, en medio de la crisis humanitaria que afecta a Venezuela, el 50% de los niños y niñas no se reinscribieron en la escuela para el año 2021.
Por otra parte, las respuestas a la encuesta de mujeres con alto nivel educativo a cargo del acompañamiento de niños y niñas, reflejan una experiencia positiva, aun cuando adaptarse al sistema de aprendizaje a distancia no siempre les fue fácil y en cierto porcentaje se denota cansancio y estrés.
Dichas mujeres manifestaron haber aprovechado la oportunidad de la emergencia para tomar cursos virtuales, o para continuar o retomar sus estudios y capacitarse en tecnologías de la comunicación (TIC).
Aumento del Crimen Organizado para la Trata de Mujeres
Cuando las fronteras de los países de la región permanecieron cerradas, las personas migrantes y/o refugiadas necesitaron de formas irregulares y/o informales para moverse, lo que aumentó su exposición al crimen organizado con un alto impacto en la mercantilización de las mujeres.
La pandemia no detuvo a las redes de tratantes sino que, por el contrario, la trata se incrementó debido a gobiernos ausentes o prostituidos y connivencia o inactividad de fuerzas de seguridad y policiales. Los tratantes y los demandantes de los servicios han establecido nuevas estrategias de captación y “comercialización” de víctimas a través de las redes sociales y transportando las víctimas a los clientes y regresándolas a sus domicilios.
Hubo familias que llegaron a la indigencia por hambre y desamparo durante la pandemia y aceptaron que sus hijas, niñas o adolescentes, prestaran servicios sexuales para llevar dinero a su casa. El 76% de las víctimas de trata y explotación sexual son mujeres. De cada 10 personas traficadas, 6 son menores de edad.
También aumentó el número de matrimonios de niños indígenas, canjeados por dinero o animales. Además, muchas niñas y adolescentes sumidas en la pobreza extrema comenzaron a trabajar en el servicio doméstico, sufriendo abusos y explotación.
La pandemia ha tenido incluso un fuerte impacto en la vida de las mujeres que viven “en” o “de” la calle. Existe un estigma cultural, moral y religioso que las considera drogadictas, locas o prostitutas. Para sobrevivir durante la crisis, corrieron el riesgo de prostituirse, de ser víctimas de violencia y de convertirse en “mulas” transportando drogas.
Con el toque de queda, numerosas mujeres terminaron detenidas por la policía por no tener documentos - situación muy común en las personas en situación de calle-. La policía suele ser muy violenta y brutal con ellas.
Incremento de Xenofobia y Racismo para con Mujeres
Los migrantes frecuentemente despiertan xenofobia y racismo, pero las mujeres aún más si caen en manos de los “coyotes”, encargados de transportar a escondidas a inmigrantes ilegales para cruzar la frontera, en particular entre México y Estados Unidos. Millones de mujeres venezolanas han atravesado otros países de la región, como Colombia, para llegar al norte del continente sufriendo discriminación y abuso. Últimamente hay un flujo creciente de haitianos y haitianas. 6
La crisis, entre sus efectos negativos, produjo aumento de xenofobia en pueblos fundamentalmente acogedores como el brasileño. Mujeres de la comunidad LGBTQIA+ fueron gravemente agredidas o violadas.
Muchas mujeres por ser migrantes y otras por ser indígenas emigradas -reconocidas como refugiadas en los países de destino, pero no como miembros de comunidades indígenas o pueblos originarios- no lograron acceder a determinados beneficios de los gobiernos durante la pandemia y siguen teniendo que hacer enormes esfuerzos para mantener su cultura e identidad.
Muerte en soledad y profundización del duelo
La muerte fue la peor de las experiencias vividas según las mujeres que respondieron la encuesta: la pérdida de seres queridos, la imposibilidad de despedirse y la prohibición de los funerales y ritos religiosos por el contagio
Particularmente agudo fue el sufrimiento de madres, esposas e hijos de los privados de libertad, en Perú, por las muertes durante los motines en reclamo de salud y atención médica, en los tres primeros meses de pandemia.
Las expertas afirman que las muertes de seres cercanos han dejado una huella profunda en los procesos de duelo que no han tenido su acompañamiento ni su rito durante la pandemia.
Apoyos y Carencias
Las respuestas a la encuesta señalan que, entre las categorías: familia, amigos, Iglesia,
vecinos, ONGs y gobierno, las mujeres sintieron el mayor apoyo por parte de la familia, en segundo lugar por los amigos y la Iglesia y, en último lugar, por el gobierno.
La convivencia dentro del hogar, según las encuestadas, mejoró o permaneció igual, con mejor comunicación y diálogo entre los integrantes de la familia, pudiendo conocer y/o valorar más a los hijos o a la pareja. En menor porcentaje resultó conflictiva y riesgosa por las agresiones y violencia de las que las mujeres fueron objeto.
En cuanto a las carencias, la necesidad más sentida fue respecto a la salud, seguida de la educación, los aspectos psicológicos y el cuidado.
Luces y Sombras en la Relación Mujer-Iglesia
El vínculo con Dios es lo que, con mayor frecuencia, caracteriza por igual la experiencia de las mujeres durante la pandemia, tanto católicas como de otras religiones cristianas. Fue una oportunidad para encontrar fuerzas y aliento para vivir en medio del caos de la pandemia.
Se revaloraron, durante la emergencia, distintas formas de vivir la fe, de recibir formación por parte de la Iglesia a través de medios virtuales y de desarrollar la escucha y la guía espiritual, así como también los espacios de ayuda y contención, dónde brindar apoyo a los demás. Todo colaboró a ahondar la espiritualidad personal y comunitaria.
Se destaca especialmente el aumento de la acción social y la solidaridad mediante la organización en redes de mujeres para la atención particular a otros, en tiempos de pandemia. En su mayoría consideran que la Iglesia fue creativa en estrategias para servir a sus fieles.
La mayoría de las mujeres dicen haberse acercado más a Dios y a la Iglesia. También destacaron las celebraciones y oraciones en línea como un punto muy positivo. Lo que más lamentan es la prohibición de las celebraciones presenciales y la consiguiente imposibilidad de comulgar y recibir los sacramentos.
Las mujeres también fueron testigos de la importancia de los encuentros de formación online y de la ampliación de las posibilidades de estudio, tanto de forma personal como grupal. Perciben que la Iglesia buscó la manera de acompañar; se hizo más cercana y comprometida con la realidad.
Reconocieron el especial servicio que la Iglesia prestó a los enfermos y afectados por Covid- 19. Sin embargo, algunas sintieron soledad y falta de fraternidad o carencia de atención y cercanía en la enfermedad.
Las mujeres perdieron sus espacios y su protagonismo en los grupos de oración, catequesis, etc. Las misas virtuales reforzaron el papel del clero e invisibilizaron el papel de las mujeres en las comunidades, relegándolas sólo a una participación más bien pasiva.
Fue frustrante la interrupción de las actividades de los grupos religiosos y de algunas actividades, lo que provocó la paralización de la atención a las personas y del servicio prestado por las pastorales.